Finalmente, en el momento del despegue final, a la hora del adiós sin retorno, la ciudad es impersonal y frÃa. Un entierro en la ciudad, se hace en carro y a prisa, como si estorbara el difunto; en el pueblo, los amigos se llevan en hombros como tributo final a la amistad. La ciudad es muy sola...por eso sigo pensando y pregonando: gracias a Dios, soy montañero.
Autor: Manuel Tiberio Bermudez
Precio: $10,000